María es modelo extraordinario de la Iglesia en el orden de la fe: Ella es la creyente en quien resplandece la fe como don, como respuesta, como fidelidad.
Es la perfecta discípula que acepta la palabra y que se deja conducir por el dinamismo de la Palabra del Señor.
María en la Inmaculada Concepción nos ofrece la imagen de nueva criatuta humana redimida por Cristo, la bendita entre todas las mujeres, en la cual Dios ha vuelto como a crear de nuevo, con más perfección sus maravillas.
En la Asunción se nos manifiesta el sentido y el destino del cuerpo, santificado por la gracias. María llevada al cielo es la inrtegridad humana, cuerpo y alma, que ahora reina intercediendo por nosotros, peregrinos en la historia.
En el cuerpo glorioso de María comienza la creación material a tener parte en la gloria del cuerpo glorioso y resucitado de Cristo.
Oración de la Asunción
“¡Oh Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre de los hombres!
Nosotros creemos, con todo el fervor de nuestra fe, en vuestra asunción
triunfal en alma y cuerpo al cielo, donde sois aclamada Reina por todos
los coros de los Ángeles y por toda la legión de los Santos; y nosotros
nos unimos a ellos para alabar y bendecir al Señor, que os ha exaltado
sobre todas las demás criaturas, y para ofreceros el aliento de nuestra
devoción y de nuestro amor.
Confiamos que vuestros ojos misericordiosos se inclinen sobre nuestras angustias, sobre nuestras luchas y sobre nuestras flaquezas; que vuestros labios sonrían a nuestras alegrías y a nuestras victorias; que sintáis la voz de Jesús, que os dice de cada uno de nosotros, como de su discípulo amado: Aquí está tu hijo; y nosotros, que os llamamos Madre nuestra, os escogemos, como Juan, para guía, fuerza y consuelo de nuestra vida mortal. Tenemos la vivificante certeza de que vuestros ojos, que han llorado sobre la tierra regada con la Sangre de Jesús, se volverán hacia este mundo, atormentado por la guerra, por las persecuciones y por la opresión de los justos y de los débiles, y entre las tinieblas de este valle de lágrimas esperamos de vuestra celestial luz y de vuestra dulce piedad, alivio para las penas de nuestros corazones y para las pruebas de la Iglesia y de la patria.
Creemos, finalmente, que en la gloria, donde reináis vestida de sol y coronada de estrellas; Vos sois, después de Jesús, el gozo y la alegría de todos los Ángeles, de todos los Santos; y nosotros, desde esta tierra donde somos peregrinos, confortados por la fe en la futura resurrección, volvemos los ojos hacia Vos, vida, dulzura y esperanza nuestra. Atraednos con la suavidad de vuestra voz para mostrarnos un día, después de nuestro destierro, a Jesús, fruto bendito de vuestro seno, ¡oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!”
(Oración del Papa Pío XII, al definir el dogma de la Asunción, en noviembre del año 1950)
Oh María, haz
que viva en Dios, con Dios y por Dios.
Gracias por tener un corazón abierto a la Virgen María. Ella en su singular maternidad, nos muestra a Jesús para que le sigamos.
ResponderEliminarSólo nos dejó un mandato «Haced lo que Él os diga»
Hermoso post.
Con ternura te dejo un beso.
Sor.Cecilia
Que tengas un hermoso fin de semana y feliz día de San Alberto ,bendiciones.
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